A punto de terminar el 2024 la noticia corrió como compás de batería: Javier Bátiz “el Brujo” falleció sin avisarnos. Tenía 83 años y había nacido en Tijuana, B.C. haciendo dueto con Carlos Santana “el Indio”. Ambos abandonaron su tierra natal en busca de mejores oportunidades. El segundo se fue a EU, donde lo ganó todo. Bátiz, en cambio, se vino al entonces Distrito Federal, si bien ganó su buena lanita, jamás consiguió la fama que se merecía.
En lo personal lo recuerdo rasgando su guitarra y cantando “Memphis”, el hitazo de Chuck Berry, que a Javier le salía igualita. Recuerdo que llegaba al Roselli, un pequeño café cantante en la esquina de Tehuantepec y Av. Coyoacán, al que el Brujo llegaba desde las 17hrs., y ahí se estaba, toque y toque, hasta que el local cerraba a primeras horas del día siguiente. Le acompañaban, entre otros, su hermanita Baby Bátiz, quien cantaba como Janis Joplin, el grupo de Los Yaki, Los Baby’s y muchos más.
Y a medida que el recinto se iba llenando, el salario del Brujo crecía y crecía, más no así su fama: íbamos muchos a verlo actuar, pero nunca tuvo un éxito en la radio. Su estilo era otro. Una calca de Muddy Waters y otros y así el éxito es limitado. Porque, además, su facha no le ayudaba para nada y casi ni hablaba: él tocaba y cantaba. Y punto.
Lo que sí, que siempre trajo muy buenas novias. Su fama creció tanto que muchos otros empresarios abrieron lugares similares al Roselli para que Bátiz les hiciera el favor de tocar ahí también. Pero la fama no dura siempre y de ella no se come. Hasta que llegó el día en que él tocaba siempre lo mismo. No alcanzó toda la fama que debía. No se actualizó. Se volvió muy bueno para revivir recuerdos. Pero así no se puede vivir.
Ahora que el Brujo se ha ido me pregunto de qué vivió el señor estos últimos 40 años. Sobrevivió, que es muy diferente.
Descanse en paz.