Fundada en la década de los sesenta del siglo pasado por el publicista yucateco Ethiel Cervera, el Instituto de Mercadotecnia y Publicidad (IMP para los cuates), fue la segunda escuela después de la ETP, (¡cuádreseme…!) en impartir la carrera de publicidad en este país. Luego, más adelante, el IMP fue vendido a la familia Ampudia tocando a Reynaldo Ampudia ser su director durante años y felices días.
El Instituto ganó no pocos premios de creatividad en repetidas ocasiones, hasta que dicen, la pandemia les llegó a poner en la madre y a derrumbar sus matrículas.
¿Sería por eso? Yo como que tengo mis dudas, no solo por el IMP sino, en general, por todas las demás escuelas en donde se imparte la publicidad como carrera o materia: el tema se ha vuelto demasiado amplio, los avances tecnológicos van a la velocidad del sonido y la tira de materias luce obsoleta.
Para colmo, durante décadas la publicidad fue una especialidad saturada desde el punto de vista profesional, en la que era muy difícil encontrar empleo. (Y digo era porque, conforme a la tendencia, todo parece indicar que la creación y la producción de contenidos es la carrera del futuro).
Así las cosas, los 60 mil alumnos que aún le quedaban al IMP fueron transferidos a la Universidad de la Comunicación quien, como siempre, los recibió con los brazos abiertos y ya los tiene, tomando clases, mañana, tarde y noche. Con lo cual, una vez más viene a confirmarse el viejo adagio del azadón de palo en casa del herrero: que yo recuerde NUNCA he visto un anuncio del IMP, ni endenantes ni ahora. No se puede vender esperando que los clientes lleguen a uno nomás por obra de Dios. Ahora el mercado es otro. Y si no te anuncias a la larga vas a tener que cerrar.
Lo digo por muchas otras escuelas, donde dizque “se enseña” publicidad, que están en las mismas.
Cuando veas las barbas de tus vecinos, echa las tuyas a remojar.