Por Jonathan Hernández, Líder Comercial Experiential Licuadora Group.
Un día abrí los ojos y estaba a más de 450 mts de altura en la Tokyo Skytree en Japón, fascinado por la inmensidad de Tokio, al otro lado del mundo, en el punto más alto, con muchas más preguntas de las que tenía y quería responder al comenzar este viaje… Por fin se había cumplido un sueño que había tenido desde niño y en ese momento lo empecé a comprender; todo es cuestión de tomar una decisión.
Siempre pensé que esa frase, aquella que dice que hay que perderse para encontrarse, no era más que un cliché de película usado para hacer ver a un personaje más importante de lo que era en realidad, lo cierto es que es real, muchas veces salir de esta zona de confort, atreverse a hacer cosas nuevas o conocer nuevas personas, te permite crecer y en algunos casos te obliga a crecer.
Lost in Translation o Perdidos en Tokio en español; es una película que nos habla sobre el encuentro entre dos personajes completamente distintos entre sí y en medio de un vacío existencial, que los ahoga y los perturba, teniendo como escenario la cosmopolita capital nipona; haciendo realidad la frase de necesitar perderse para poder encontrarse. El mensaje detrás de todo esto es la conexión humana y cómo es que puedes llegar a vincularte con otras personas, no importando las diferencias que pueda haber entre ellas.
La noche antes de que partiera de Tokyo a Osaka, conocí a un grupo de personas muy amables, era dos amigos de toda la vida que habían salido a tomar un trago y hablar después del trabajo, junto a dos chicas que habían llegado por su lado a ese bar, en dónde el guión del destino decidió que nos debíamos de encontrar todos; aquel día entendí que sin importar las barreras lingüísticas, culturales o ideológicas, esta conexión de la que hablamos, si la creas, puedes llegar a entenderte y vincularte con otras personas de manera asertiva.
Todos los días caminé mucho, traté de conocer lo que más podía, mientras más conocía de Japón, más entendía el concepto de dedicación y perfección y cómo es que esta sociedad funciona de manera eficiente, simplemente porque cada quien hace bien lo que debe hacer.
Cada decisión que tomamos en la vida; ya sea personal o laboral, tiene una repercusión, afecta a otros o nos afecta a nosotros mismos; entonces… ¿Cómo tomar la decisión correcta? Como líder, tomamos decisiones todos los días, en todo momento; estas decisiones van acompañadas de experiencia y preparación, somos responsables de los resultados y las consecuencias de las mismas; un líder no es líder, sólo porque así es la descripción del puesto, no es aquella persona que está al frente de un grupo, ni tampoco las más capacitada de todas; un líder es esa ama de casa que todos los días pone en orden y organiza su hogar, también es ese abuelo que reúne a todos sus hijos y nietos el fin de semana para comer en familia, es ese padre que trabaja incesantemente y que aun así tiene tiempo para jugar con sus hijos, un líder está en cualquier lugar, solo tenemos que tomar la decisión de conectar para poder vincularnos y entendernos mejor.
¿Te imaginas ser Bill Murray?…
Recuerdo que me dije, estando parado en medio del famoso Shibuya Crossing, un ícono del cine, uno de los mejores actores y comediantes de la época y por ende uno de los líderes con mayor influencia y conexión con el público….y al final de todo eso….yo sólo podía pensar en que me hubiera encantado poder besar a Scarlet.
Después de mi viaje, entendí que hay varias maneras de ser un líder y que nosotros determinamos el camino mediante las decisiones que tomamos, pero que la efectividad de todas ellas indudablemente se determina por lo bien que podamos conectar y vincularnos con nuestros equipos.