Por pura chiripa, como el burro que tocó la flauta, el 13/11 asistí a un desayuno de La Hacienda de los Morales, patrocinado por Dispatch Track, empresa líder global en softwares de última milla. Por lo mismo, ahí se manejó también otro término que me causó mucha sorpresa: el quick commerce.
Y es que, durante la pandemia, surgió entre el público consumidor la necesidad de recibirlo todo en casa y a la mayor premura posible, con lo que ahora los tiempos de entrega son de los 11 minutos a las 4 horas, como máximo, en productos que van desde leches, malteadas a colchones u otro tipo de mobiliario. Ni se digan las medicinas. Y en las ciudades de América Latina ello significa enfrentar a junglas urbanas llenas de manifestaciones, accidentes, inseguridad y muchos otros obstáculos conocidos.
Y luego está el personal de mensajería. Porque de nada sirve que el fabricante se pula en producir un producto de primera si el mismo llega a las mil quinientas, como es el caso de la pizza fría. (Por cierto, para contingencias así ya existe la solución de un pequeño cargo extra, de entre uno o dos dólares, a cambio de la promesa de una pizza calientita). Por que Dispatch Track solo implementa un software pero el envío lo hace la gente de Uber, Rappi, Glovo o alguien más. Y ahí no hay garantía.
¿No creen, amables lectores, que estas tres últimas empresas de mensajería deberían hacer algo por mejorar la calidad de su gente? Porque no todos son tan amables y eficientes como deberían… ¿Cuál es su nivel de estudios?