En Barcelona, España, existe desde hace ya bastantes años un certamen de creatividad publicitaria médica que es un modelo a seguir por cualquiera: bien organizado, transparente y con mucho prestigio. Incluso cuenta hasta con una excelente memoria anual impresa a todo lujo. Se llama Aspid y lo organiza allá Álvaro Bosch.
Y sucedió que un mal día, hace ya unos 20 años, llegó a tierras aztecas otro baturro, de nombre Ángel Bosch, primo del primero, que fue contratado por Televisa Revistas para editar aquí algunas magazines de corte semi-médico. Una cosa llevó a otra y, viendo el éxito de su primo en ultramar a Angelillo se le ocurrió traerse para acá una representación de dicho certamen. Y al grito de éste aguacate y me lo embarro en mis teleras, que lanza el Aspid México… solo que no fue lo mismo.
El camino al infierno está plagado de buenas intenciones. Dice el refrán. Y así sucedió con el Aspid en México. Organizar un certamen con tantos detalles no es enchílame otra. Y desde un principio Ángel se manifestó como un pésimo organizador. Porque, además, viendo que ahí había un buen negocio, el señor no se dejó ayudar por nadie ni contrató a alguien que le ayudara ni siquiera en lo mas mínimo. Así, después de algunos años de bonanza, en la que llegó a tener mas de mil piezas inscritas, pero siempre bajo un completo desorden, las cosas se fueron para abajo. Porque además, con el pretexto de que el Aspid mexicano era una representación de su similar en Europa, las inscripciones se cobraban en euros: costaban mas que un huevo, ahora que está tan caro.
Así las cosas, cuando el desorden ya era caos pero la carestía no bajaba, todo se vino a complicar con la llegada al Aspid México de la Sra. Esther Luiselli Bacuzzi, ama y señora, (literal) de Asesores en Prensa y Comunicación, agencia especializada en publicidad médica, con domicilio en la Colonia Nápoles de la CDMX. Con la inteligencia y la astucia que le son características, muy pronto Esther se dio cuenta de que el ganar premios de creatividad publicitaria, como el Aspid, le daba mucho cartel entre los anunciantes y a la larga le generaba mas negocio.
Y vuelta la mula al trigo: no voy a repetir el anterior refrán para no chotear a los aguacates, que también están ahora bastante caros. El grito de guerra de Esther y sus huestes fue, en este caso, estos frijoles se los añado a mis tortas. Y se lanzaron a inscribir trabajos en el Aspid. Pero a lo bárbaro. Tantos que convencieron a Ángel Bosch de que les hiciera un descuento en la tarifa. Así se pasaron sus buenos años en los que, fácil, el 75% de las piezas inscritas a concurso eran de APC. Y, obvio, siempre ganaban. Le echaron montón al asunto y lo terminaron por echar a perder. Porque, aparte de que la competencia dejó de enviar sus materiales a concurso, tanto ganar y ganar despertó las sospechas de que había algo turbio en el jurado y en todo el concurso en sí.
Ganar, siempre, con golazos de 10 a 1 no es ganar, no creo que las cosas hubieran sido chuecas. Lo que sucedió fue que la Sra. Luiselli nunca se midió (hasta la fecha no sabe hacerlo) y Ángel jamás se organizó: ese sí, para que vean, no sabe hacerlo. Lo mas triste del caso es que quien ha tratado de organizar algo similar, pero bien, se ha encontrado con el hartazgo de las agencias y los publicistas especializados, quienes al parecer ya están hasta el gorro de tanto desfiguro. Por eso se cayó El Ajolote. Y, al parecer, El Círculo de Oro de healthcare para allá va.
Viendo que la categoría es un buen negocio para otros certámenes creativos en todo el mundo, empezando por España, desde el año pasado el Círculo Creativo de México quiso hacer algo al respecto y abrió esa división en donde puso de responsable a Gustavo Pratt. En 2022 se recibieron ahí apenas una veintena de inscripciones… que en este 2023 cayeron solo 14… ¡ni para un tlacoyo de habas!
El colmo vino cuando, el veintiúnico premio de este año en dicha categoría, lo ganó… ¡un exterior para una cerveza! Lo dicho: la categoría anda urgida de renovarse.