Aclaramos que no se trata de un gerente de publicidad ni de nada parecido. No: los sujetos de marras son siempre gente de segundo o tercer nivel, con escasa escolaridad o experiencia, a quienes las marcas contrataron en plena pandemia con el objeto de que esos muchachos, de ambos sexos, ayudaran a hacer talacha; a arrastrar el lápiz y a hacer los mandados que hicieran falta.
Lo malo, dado que la pandemia duró tres años, fue que en ese tiempo ese personal agarró cierto poder, poco pero poder al fin, y ahora se siente con derecho de opinar en todo y por todo, con los desafortunados resultados que ahora se ven en pantalla: el que trabajen del lado del cliente no les quita lo chairos y bien que critican el trabajo de las agencias quienes, una vez más, tienen que sufrir los desvaríos de la chinaca publicitaria.
Tal vez el renglón en donde más se aprecian las regadas de esta nueva placa, sea el de las cervecerías, en cuyas publicidades vemos a diario toda una serie de jaladas que ni a cuál irle.
Esperamos que con el regreso a la realidad, se acabe esta tortura.