El lunes 08/04/25 de madrugada, temprano, como acostumbraba él a hacer las cosas, falleció Jean Domette Nicolesco, de quien podríamos decir muchas cosas pero la más importante es que fue el maestro de todos: a todos nos enseñó algo sin pretenderlo, con su siempre forma de ser.
En su libro de memorias, que se publicó en 2007, (o sea ya casi 20 años), el Maestro confiesa haber pertenecido, a lo largo de sus más de 60 años de labor profesional, a más de 25 asociaciones y haber dado clases más o menos en el mismo número de instituciones. El libro titulado “Mi pasión por la palabra”, por si alguien de los lectores quiere conseguirlo: se aprende mucho de su lectura.
Yo conocí a Jean Domette a finales de la década de los setentas siglo XX cuando ingresé a la Escuela Técnica de Publicidad en donde él daba clases, lo cual ya es decir mucho. Porque tuvimos a los mejores maestros de la época: Paco Fernández, Armando Piñón, Fernando Flores Fregoso, Francisco Sánchez Campuzano y muchas otras súper estrellas de la publicidad. Y, desde luego, a Jean Domette de quien aprendimos todo porque se limitaba a narrarnos su día a día y nosotros a escucharlo. De esa manera no solo aprendimos muchísimo sino que, de paso, nos hicimos amigos.
Vistas las cosas a distancia, ahora muchos dicen que la nuestra, la generación 68-72 fue la mejor de la ahora desaparecida ETP. Si así fue se lo debemos a maestros como Jean Domette.
Más adelante, cuando concluí la escuela, el Maestro me recomendó en McCann Erickson México donde ingresé como redactor en el grupo de Bertha Maldonado “Chaneca”. Y después de eso me llevó a colaborar con él a Xerox en donde aprendí lo emocionante que es trabajar en una empresa multinacional. Colaboré con él en el lanzamiento de Plaza Sésamo en México. Siempre que íbamos con alguien del elenco a un jardín de niños él, Jean, se presentaba como “el tío de Abelardo”. Eso de que yo le ayudé es un decir porque él era el director del proyecto y yo un mozo de estoques.
Creo que, lo justo con Jean Domette es decir de él que, en la publicidad mexicana, hizo de todo y nos enseñó todo. Y que jamás abandonó el barco.
Hablar de que llegó a la tercera edad es quedarse corto… ¡llegó hasta la séptima! Y vivía solo, pero nunca estuvo solo: se levantaba a las seis de la mañana para ver las noticias en francés en una transmisión parisina. Así siempre tenía la información antes que nosotros porque en Europa ya era un día más. Y luego, para hacer ejercicio, el Maestro le daba 60 vueltas a la sala de su departamento… ¡todos los días!