De igual manera en que el video desplazó al cine, ahora los celulares de alta gama están sacando de la competencia a las caras y estorbosas cámaras de video. Y lo que sigue.
Vistas las cosas a distancia, podemos afirmar que las décadas de los sesentas, setentas y ochentas, fueron la época de oro de la producción de comerciales para TV en México.
De aquel entonces de aquella icónica imagen de un camarógrafo, con dos o hasta tres asistentes, montado en un vehículo Dolly, de marca Lemac, filmando en medio de una jungla de luces y reflectores.
Siempre creí que los productores de aquella época copiaban en mucho a Hollywood en el uso de cámaras que pesaban toneladas, con camiones enteros de equipo de iluminación, props, vestuario, maquillistas y demás. De esa época fueron Paco Murguía, Pedro Torres, Simón Bross y muchos otros, que se hicieron millonarios filmando a lo grande. Ellos no entendían de miserias y no hacían ningún tipo de descuento.
Recuerdo que en una ocasión Paco Araiz, uno de esos grandes, me dijo “yo, con que filme un comercial al mes, puedo darme vida de rey”. Y no hacía uno, sino muchos.
Fue entonces que apareció Manuel Villagrán y le vino a dar en la madre a todo.
Al punto, cabe aclarar que la TV se reinventó, no faltaron los valientes que se aventaron a producir comerciales bajo la técnica del videotape, solo que con muy escasa calidad visual: los volúmenes eran planos, los colores deslavados, no había texturas. Pero los fabricantes de esos equipos se propusieron mejorar y poco a poco lo fueron logrando.
Mientras Mucho Video, que así se llamaba la productora de Manuel Villagrán, se embarcó en la difícil cruzada de convencer a los publicistas y anunciantes de que, cuando el mensaje es importante, (léase interesante), la calidad de la imagen pasa a un segundo término.
Y Mucho Video encontró en el tiempo a su mejor aliado: cuando las ofertas eran por tiempo limitado, las mercancías perecederas y la temporalidad muy marcada, las marcas optaron por el video.
Y mientras la urgencia crecía la calidad hacía otro tanto hasta que llegó al día en que ambas coincidieron y nació el cine digital: una primerísima definición en tiempo real. Adiós camarotas, luces estorbosas tiempos prolongados y costos inflados. Mientras, como ya dijimos, la mayoría de las grandes filmaban en película de 35 mm, un comercial por mes, doce al año, Mucho Video hacía 500 en los 365 días. A una porción de costo, pero muchos.
La cantidad sin menoscabo de la calidad, terminó por imponerse. Hasta que un buen día el Sr. Villagrán se retiró a vivir de sus rentas. Y el cine digital es lo de hoy: pero ya no por mucho tiempo. Porque la historia se está repitiendo: ahora las camarotas de video digital, como la Arrid, la Alexa, la Cannon, la Sony y muchas otras, están siendo sustituidas por los teléfonos celulares.
Hay al menos una veintena de ellos que graban con calidad cinematográfica, en tiempo real, sin costosos procesos y a un precio ínfimo. Y ya están desplazando a los caducos. En estos mismos momentos, en cualquier agencia de publicidad, por cada 10 comerciales que se graban en formato tradicional, o séase cine digital, se producen otros cien con teléfonos celulares. Lo que equivale a que estos últimos tienen ya el 90% del mercado. Con la ventaja además, de que el dinero de la producción se queda en la agencia. Que es poquito, pero muchito.
¿Y cuál es la desventaja de los celulares de alta gama?
Al parecer solo una, que también sirven para hablar por teléfono.