En México el boom del agua embotellada se dio con el sismo del 85 que, al dañar la red del agua potable en la CDMX nos obligó a todos los capitalinos a prescindir de la llave para irnos a consumir agua embotellada. Y de ahí p’al real.
Don Alejo Peralta, uno de los grandes empresarios de México platicaba que a su papá, un señor de Puebla, fue a quien se le ocurrió la idea de embotellar el agua que salía del manantial de Tehuacán en aquel estado.
Ahora Topo Chico, que pertenece al grupo de Coca-Cola, se está vendiendo como pan caliente gracias a su posicionamiento basado en su historia, que empezó en 1895.
Cuenta la leyenda que un día un joven guerrero de la tribu chichimeca, quien perseguía a un venado, descubrió en medio de los cerros de la sierra a un manantial de agua fresca al que puso su nombre Venero que aún existe en medio de los cerros que hoy en día rodean al área metropolitana de Monterrey y que desde el siglo 19 sirve a una empresa que después pasó a ser de ARCA, quien hace más de 10 años vendió la marca a Coca-Cola.
Con su visión para sus negocios, la transnacional se la llevó a Londres, Inglaterra, en donde una agencia local realizó una campaña basada en la leyenda que acabo de contar, (pa’qué tantas vueltas estando el suelo tan parejo). Y ahora Topo Chico se está vendiendo como pan caliente.
Si tú, lector querido, al conocer esta leyenda no dejaste de establecer cierta analogía entre un indio que se encontró un tesoro en el Cerro del Tepeyac, le atinaste. La historia es igual a la de la Virgen de Guadalupe. Ese es el milagro.
Todo es cuestión de posicionamiento, mismo que Tehuacán no ha podido conseguir en siglos: el cliente es muy obtuso. Y eso que hace ya casi medio siglo Noble y Asociados lanzó la campaña de Etiqueta Azul nace, no se hace. ¿Para qué otro que “El agua de Tehuacán”?
Aprovechando el tono verdoso del agua de Topo Chico, yo diría que el que es Topo donde quiera es verde y el que es tarugo (o azul), donde quiera pierde.